Mt. 22, 37-38: 37. Él le dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. 38. Éste es el mayor y el primer mandamiento.
Lo que nos permite colocar a Dios en primer lugar, es todo aquello que Él quiere de nosotros. Lo que no, es un vil engaño del enemigo y es falto de fe, amor y temor a Dios. Dios es Padre sobre todo, pero también como Dios, le merecemos todo el respeto y amor que le podamos corresponder. Las Santidades más grandes las tuvieron quienes entendieron a fondo este mandamiento.
(II Revisión)
Sal. 69(68), 10: 10. - pues el celo por tu casa me devora,
- y si te insultan sufro el insulto.
Así debemos ser nosotros, que estemos encendidos en fuego de respetar y dar gloria a Dios sobre todo. Nuestra Madre María evitaba hacer cualquier cosa que pudiera ofender o no agradar a Dios. Y el primer lugar donde debemos comenzar a tener en cuenta esto es dentro del Templo, lugar Sagrado, dedicado al culto divino, donde nos reunimos con Nuestro Señor Jesús. Quien ame a Dios sobre todo, tendrá la puerta abierta a la Santidad porque será el más agradable a los ojos de Dios, quien se done a Dios lo hará por amor y en pos de esto alcanzará la virtud.
¿Acaso esto es amar a Dios sobre todas las cosas?:
1) Faltar a Eucaristía los domingos, días destinados al Señor.
2) Comulgar de pie, tratando a Dios como si fuera igual a nosotros. ¡Es Dios mismo, Jesús, quien está frente a nosotros! ¡Orgullo humano, ceguera espiritual, ofensa a Dios quien es infinitas veces más digno que nosotros! Peor aún recibirlo en la mano, ¡Solo a los Apóstoles les fue concedido el derecho de tocar a Jesús, ahora todos lo tocan como si fuera un pedazo de pan cualquiera!
3) Comer un poco antes o recién después de comulgar. ¡Mezclan el cuerpo de Dios con cualquier tipo de alimento, como si fuera una comida cualquiera!
4) Creer que las buenas obras suplen la Eucaristía. Primero amar a Dios sobre todo y luego a los hermanos.
5) Querer más a tu familia, a tu pareja, a tus amigos y darles prioridad sobre Dios.
6) En el Templo hablar con las personas, cual si fuera cualquier sitio de reunión. Aún peor hablar de temas que incluyan crítica, morbo, rencor sin perdón, y otras cosas que ni fuera del Templo se deberían hablar.
7) Estar pendiente más del celular que de La Palabra de Dios y de La Eucaristía.
8) Estar pendiente de otras cosas mientras está expuesto el Santísimo.
9) No hacer la venia o echarse la bendición cuando se pasa frente al Sagrario. ¡Está Jesús ahí presente: Rey de reyes y Dios mismo, que es tratado como desconocido al ser ignorado!
10) Tratar a Dios como un amigo, olvidando que es Dios. Dios es amor pleno, pero sigue siendo Dios y debemos cumplirle, menos hacer las cosas que Él nos prohíbe, mientras decimos: “Señor, Señor”. ¿Quién dice groserías siendo de Dios, mientras habla de Él? ¿Quién palabras de doble sentido?
11) Pecar y luego disculparse, ya pensando en volver a pecar, sin siquiera un poco de arrepentimiento.
12) Confesarse sin tener al menos un mínimo deseo de cambiar y de cumplirle al Señor. No confesar pecados por ser pecados que cometen la mayoría de personas. La debilidad humana no es una excusa para pecar y muchos se excusan “porque es humano”. Pensar que son nada los pecados de omisión: son pecados.
13) Cambiar y ser bueno y correcto solo un rato, para luego olvidarse de Dios por otro. ¡Dios no es una marioneta, no gusta de los tibios, porque abusan de la piedad de Dios!
14) No creer en el cielo y en el infierno y aún más grave, no creer en La Palabra de Dios. ¡¿Dudan a caso del poder de Dios para cuidar de sus asuntos para con la humanidad?! o acaso, ¡¿Dudan de que Dios es Dios?! Confíen en su mano.
15) Creerse dignos del amor de Dios.
16) No confiar en todo lo que Él permite para nuestras vidas, Él no quiere nada malo para nosotros, pero por eso nos deja caer para que no nos volvamos hijos tiranos. Un Buen Padre corrige aunque le duela ver tristes a sus hijos, lo contrario es de un mal padre.
17) No esperar un poco más de tiempo a que se acabe la Eucaristía. Tener tiempo para el mundo, menos para las cosas de Dios.
18) No atender a los gritos de amor, buscando que los suyos regresen a su casa: el Padre a sus hijos pródigos. Atiendan a los mensajes.
19) No orar por nuestros hermanos, siendo que el Padre Celestial y todo el Cielo lloran de dolor cuando alguien se condena, o cuando alguien falto de ayuda se hunde en sus problemas y pecados ¡El que mucho ama, mucho más le duele perder a quien ama o ver su dolor!
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